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La expresividad del
movimiento se traduce en la manera integral como el niño actúa y se manifiesta ante
el mundo con su cuerpo “en la acción del niño se articulan toda su afectividad,
todos sus deseos, todas sus representaciones, pero también todas sus
posibilidades de comunicación y conceptualización”. Por tanto, cada niño posee
una expresividad corporal que lo identifica y debe ser respetada en donde sus
acciones tienen una razón de ser.
A partir de esta
concepción se plantean tres grandes objetivos que se complementan y enriquecen
mutuamente: hacer del niño un ser de comunicación, hacer del niño un ser de
creación y favorecer el acceso hacia nuevas formas de pensamiento, por lo cual,
al referirnos a la dimensión corporal, no es posible mirarla sólo desde el
componente biológico, funcional y neuromuscular, en busca de una armonía en el
movimiento y en su coordinación, sino incluir también las otras dimensiones,
recordando que el niño actúa como un todo poniendo en juego su ser integral.
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